martes, 30 de octubre de 2012

Mi vida cambió virtualmente. Por Belén Jiménez.


-Ya es hora de dormir.
-Si, mamá- respondía con fastidio.
      Lo que en ese momento era una molestia para mí, solo era una advertencia del destino, que siempre que vienen de los padres son mal entendidas por los hijos.
      Ellos siempre se preguntaron qué le encontrábamos de entretenido a una caja llena de metal y cables, qué le veíamos de divertido a un aparato sin vida. Hoy soy yo quien se pregunta lo mismo.
      Muchas fueron las noches que pasé en vela, "haciendo amistades", que hoy son simples recuerdos.
     Noches enteras conversando con personas, que hoy ven mi rostro por la calle y no se atreven a saludar.
     Fueron tantas convivencias que compartí, tantos secretos que develé, tantas almas que creí ayudar, pero solo fueron engaños virtualmente creados por mi mente.
    Llegué a acostarme de día, hasta dejé de estudiar, solo por "encajar". No había chisme que me perdiera o foto que no viera. A fin de ser el único motivo de conversación con amigas y parientes.
     Descuidé antas cosas, bajé las notas, olvidé amigos, lloré amores, perdí mascotas, pero lo peor fue descuidar a mi familia, descuidar a mamá.
    Tal vez no teníamos la mejor relación, ni las más extensas conversaciones, pero nunca habíamos llegado al punto de solo saludarnos al despertar y despedirnos al dormir. Olvidé contarle miles de cosas que solo compartía con extraños. Perdí consejos que busqué en otros labios. Lloré dolores que solo ella hubiera calmado. Hasta olvidé lo que era tomar mates a su lado.
    Recuerdo escucharla llorar muchas veces, susurrando palabras que no quería oír.  En cierto modo, estaba consciente de que sufría, aún antes de la llegada de la "caja de cables" a nuestras vidas. Me había cansado de oírla antes y ese cambio era un alivio para mi. O eso creí.
    Recuperar su confianza costó meses, horas de compañía que había olvidado como realizar. Pero poco a poco, con ayudas domésticas, películas compartidas, mates extendidos y acostarse a horarios debidos, todo volvió a la normalidad.
     Sin embargo, algo se rompió con muchas amistades que no pudieron olvidar que las dejé en segundo lugar.
    Hoy es cuando me doy cuenta de todo lo que perdí y que me está costando recuperar.
    Aún no cierro mi cuenta, pero ahora soy yo quien maneja, y aunque tenga tentación de quedarme horas, solo pienso en mamá y sé que todo esfuerzo vale la pena para verla sonreír.